Enrique Calderón Alzati, el infatigable / Luis Hernández Navarro
A lo largo de toda su vida, Enrique Calderón Alzati fue un hombre multifacético e infatigable. Físico teórico, maestro en ingeniería eléctrica, doctor en ciencias de la computación, experto en informática educativa, precoz encuestólogo, articulista de La Jornada y ciclista militante, participó activamente en política ciudadana por la democratización del país desde 1988.
Su biografía se entrecruza, una y otra vez, con la historia de la computación en México. Estudió en la secundaria 3 Héroes de Chapultepec, la Escuela Nacional Preparatoria, la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Pensilvania.
Director general de Sistemas y Procesos Electrónicos en la Secretaría de Programación y Presupuesto durante el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988), vio en el mandatario un ejemplo inadmisible de “mediocridad y sumisión a los intereses y designios internacionales”.
El 28 de mayo de 1988 su trayectoria vital dio un vuelco. Ese día escuchó hablar por primera vez a Cuauhtémoc Cárdenas ante decenas de miles de estudiantes, profesores y trabajadores congregados en Ciudad Universitaria. Sin estridencias y sin acarreados, leyendo un discurso claro y enérgico, Cárdenas dibujó una esperanzadora visión integral de país. Desde ese momento y hasta el cierre de la campaña en el Zócalo, el entusiasmo del doctor Calderón Alzati fue creciendo día con día.
El fraude electoral cerró una puerta que nunca más volvería a cruzar. “La caída del sistema el día de las elecciones y la narración de uno de mis hijos, que ese día había estado en la sierra de Guerrero haciendo un levantamiento topográfico con varios compañeros de la Facultad de Ingeniería”, escribió, “me dieron la pauta de que se habían cometido acciones masivas para modificar los resultados de las elecciones en esa región y seguramente en otras”.
Se volcó a documentar la estafa. Gracias a la llegada al país de las primeras computadoras personales, contaba con la capacidad tecnológica para realizar procesos estadísticos complejos y analizar los resultados de los comicios. Sólo había un pequeño inconveniente: él y sus colegas necesitaban la información de las casillas. Sus contactos y amistades en distintas oficinas del gobierno le permitieron conseguir una cinta magnética con los resultados contabilizados casilla por casilla, en la misma Secretaría de Gobernación. De inmediato se evidenciaron miles de alteraciones, en las que la cantidad de votos a favor del Partido Revolucionario Institucional era mucho mayor que las listas de electores.
Antes de terminar el sexenio, la Fundación Arturo Rosenblueth, que él dirigía, imprimió un libro clave documentando el atraco en las urnas: Geografía de las elecciones presidenciales de 1988. Con la información medular de la investigación, La Jornada publicó un Perfil.
“Quienes actuaron como autoridades electorales en 1988 cometieron una grave falta contra la democracia mexicana. De los resultados de esta elección, lo único que queda claro es que fueron alterados y que el pueblo de México nunca sabrá lo que pasó en realidad”, advirtió.
Comenzó entonces una estrecha relación política con Cuauhtémoc Cárdenas, que no lo llevó sin embargo a incorporarse al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Además inició, junto con otras personalidades, la construcción de herramientas para evitar los fraudes electorales. Fue así como participó en Alianza Cívica para vigilar los comicios presidenciales de 1994. Entusiasmado señalaba que, con la iniciativa, “los ciudadanos participarán no sólo como votantes, sino también como observadores. Es un paso irreversible para la democracia”. A pesar del proyecto, la mapachería electoral hizo de las suyas. Sin embargo, el descalabro no mermó su entusiasmo hacia la política ciudadana.
Simultáneamente, siguió adelante con su labor profesional. Fue fundador del Proyecto Galileo de Computadoras para la Educación y director de la Red Iberoamericana de Informática Educativa (1987-1992), que elaboró software educativo de muy alto nivel para niños y jóvenes.
Desde 1991 se convirtió en pionero promotor del uso masivo de la bicicleta y de la formación de un Movimiento Bicicletero, que demandó ciclopistas y facilidades. Un domingo en que los ciclistas (entre ellos Enrique) tomaron el Anillo Periférico por unos minutos, airados automovilistas que se dirigían al partido de futbol en el estadio Azteca estuvieron a punto de lincharlos.
El doctor acompañó con entusiasmo los primeros años de la rebelión zapatista. En la Consulta Nacional por la Paz de agosto de 1995, vio un “evento sin precedentes, ejercicio de aprendizaje para la sociedad, que habrá de permitirnos encontrar y desarrollar nuevas formas de lucha. Una nueva forma de movilización social”. En marzo de 1999, la fundación que él dirigía organizó una nueva consulta para los rebeldes. En 2006 saludó la otra campaña.
Cuando Andrés Manuel López Obrador era dirigente nacional del PRD, Calderón Alzati colaboró con él como consultor. En 2000, al ganar AMLO el gobierno de la Ciudad de México, lo invitó a colaborar en su gabinete. El doctor no aceptó porque quería mantenerse independiente. Se terminó así una relación de varios años. Durante 10 largos años, su cercanía con Cárdenas y su desacuerdo con la forma de hacer política del tabasqueño lo llevaron a criticarlo públicamente.
Sin embargo, en 2010 comenzó a modificar su apreciación sobre el futuro presidente. En mayo de 2012, le dirigió una carta y saludó su discurso a favor de la no violencia y la conciliación, así como su acercamiento a Cuauhtémoc Cárdenas. En 2017 señaló que “constituye la única opción posible para lograr el cambio que nuestro país necesita”. Y en 2018 se encargó de las consultas ciudadanas sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México y el Tren Maya. En sus últimos años dirigió la representación en México del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE).
A su manera ave de tempestades, el infatigable Enrique Calderón Alzati protagonizó importantes debates sobre la evaluación educativa, en los que siempre puso por delante su cariño y admiración por los maestros de banquillo. Descanse en paz.